miércoles, 7 de marzo de 2018

Marea y la Ale (su fundadora)

La Ale y yo hemos sido compañeras desde la guardería hasta el fin de la secundaria. Tengo una foto de la guardería en la que ella es uno de los enanitos de la Blanca Nieves y yo soy el espejo. Debemos tener alrededor de cuatro años, su pelo es rubio y el mío negro. Hay otra de primaria que estamos sentadas en un graderío de piedra del colegio, ambas vestidas con bandanas rojas y short de jean al estilo del grupo noventero Garibaldi. Diez años después aparecemos bailando encima de la barra de un bar en Panamá en nuestro paseo de sexto curso. De enanitos, espejos, cantantes y bailarinas ahora somos mamás y desde aquí nos hemos re-encontrado.

Ya embarazada recibí un mensaje de ella felicitándome por mi embarazo. Me emocioné, no hablábamos nunca, no éramos cercanas, no lo esperaba. Desde ahí estuvo presente, pendiente, compartiendo hermosa información conmigo que acompañaba mi gestación. En especial, recuerdo un texto que ahora yo lo comparto con mis amigas sobre el tiempo extraño que significa los últimos días del embarazo, ese tiempo intermedio,  ni de que ni de allá, con un pie en tu vieja vida y otro en la nueva. La visita de la Ale en mi posparto fue muy especial. Me acompañó en mi cuarto, me dijo que me veía muy bien, almorzamos sopa de verduras y ensalada y me dio una bolsita amarilla de regalos.  Tan simbólica, tan sensible, tan necesaria.


Nibs de chocolate para el hierro.
Gotitas “Consuélame" de extracto de San Juan para la tristeza.
Maní para la energía.
Calendario Lunar para recordarme la luna que hay en mí.


La Ale aborda la maternidad como un mundo lleno de posibilidades. Una ventana para cambiar el mundo. Una revolución. Ella es una mamá que enseña, que acompaña, que aprende, que reúne, que comparte, que reflexiona y creo que Marea, una jornada para mamás es justamente esto. Un proyecto que también es ella misma. Un espacio que condensa las posibilidades de la maternidad, que honra las diversas maternidades, que apuesta por la increíble oportunidad de conocimiento, de creatividad y crecimiento interior que atraviesa  esta experiencia. Todo esto juntas, con el calor y la fuerza de la tribu, de la carpa roja, del gran coro.

Yo fui a la primera versión de Marea cuando Antón tenía tres meses, estaba en el boom de mi recién inaugurada maternidad. Ese día me sentía vigorosa, energizada. Había superado gran parte del posparto, era de mis primeras salidas fuera de mi casa-nido desde el nacimiento de Antón, estaba ilusionada Mi nueva piel estaba ya dispuesta. Marea fue para mi la punta de un hermoso ovillo que he ido hilvanando en este camino de la maternidad. El ovillo que teje el gran círculo de mujeres que es la maternidad y que me acompañan. Mis amigas mamás, mis grandes compañeras de crianza. Mis amigas que no son mamás y mis hermanas que acompañan mi maternidad, que nos visitan al Antón y a mi sin aburrirse y que tal vez no saben lo importante que es eso para mi. Mi mamá, mi apoyo, mi eje, mi referencia. Mis grupos de mamás, la generosidad de sus consejos, de sus experiencias, las receptoras amorosas de mis quejas en los días de desborde. Las mamás virtuales que comparten información, sus historias y las hermosas fotos de sus hijos lactando. En Marea me di cuenta que a mis preguntas y a mis miedos las acompaña un ejército de mujeres que han transitado por lo mismo, que me entienden, y me reconocen como una más de ellas. Me di cuenta de que la maternidad exige pero también da y que al recibir transformamos esa fertilidad en emprendimientos, libros, ideas, historias, experiencias. Que la maternidad, afortunadamente, se aleja de la perfección, de la verdad absoluta, que puede ser la oportunidad de vernos, de profundizar en los contextos en los que ejercemos nuestra maternidad, de sincerarnos, de encontrarnos.

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