De ti no se mucho, sé que
fumabas sin parar, que bebías tinto y también aguardiente. Sé que cuando el
abuelo te dejó no aguantaste y que a los seis meses te dio un derrame cerebral
fulminante. No sé si alguna vez nadaste en el Magdalena o si sentiste la misma
emoción que yo al ver la alfombrilla de pétalos rosa cuando florecen los arupos.
Sé que las dos tenemos el pelo oscuro y lacio, la boca pequeña y los ojos un
poco tristes. Quizá tu te acuerdes que soy tímida aunque casi ya nadie lo note
y que mi sonrisa es amplia y por eso mis pómulos se marcan
como dos pelotas que achinan mis ojos.
Intuyo que te mordías la
uñas y que mirabas fijamente a los ojos cuando conversabas con alguien, aunque
no sé sí eras del grupo de las que hablan o como yo, de las que escuchan. Sé que tú sólo creciste con tu papá y yo sólo con mi mamá, que fuiste la hija
menor y yo la mayor. Que te mudaste de país y que, quien sabe, posiblemente te
sentiste extranjera. Imagino tus nostalgias, Colombia, la mamá, el gusto
harinoso que dejan las arepas ni bien masticadas.
Espero hayas leído a García
Márquez y te hayas enamorado de Remedios La Bella. Que te hayas conmovido
escuchando el minuto 1.19 del Adiós Nonino de Piazzola. ¿Y Ecuador? ¿Te jodió? ¿Te
jodió el apartheid de las clases sociales? ¿Qué pensabas tu cuando pasabas por
esos pueblitos de la costa, esos en donde los niños están jugando al borde de
la carretera, mientras tu estabas sentada dentro del carro y con los vidrios
levantados? Aunque no sé, tal vez estuviste muy preocupaba arreglándote para el
abuelo o fumando y jugando cartas como para preocuparte de esas cosas que tan
fácil normalizamos.
Tal vez si conversaríamos me
preguntarías que qué tal vivir en África, que como me llevo ahora con mi papá, ah
y seguro que por que no tengo novio. Te diría que en África fui feliz porque
volví al sur y que hay lugares que pueden ser igual de verdes y
húmedos como en Ecuador, y seguramente al decirte esto, me daría un salto
geográfico y te diría que en mi lugar favorito las hojas son tan grandes y
fuertes que las puedes usar como sombrillas, las flores son de colores
brillantes y que un chapuzón en el río revitaliza a cualquiera. Te diría que mi
papá y yo nos parecemos aunque no nos lo decimos. Los dos aventureros, medios
eléctricos, medios inconstantes, medios soñadores. Estoy segura que te gustaría
saber cómo está, y yo te diría que ahora está muy bien aunque las tías yo creo
que no tanto. Que con Matteo lo dejamos hace más de un año y que ahora soy lo
suficientemente independiente como para sentirme sola.
Un día vi una foto tuya, había un camping atrás, vestías un saco azul de esos que van dejando pelusitas por todo lado. Tu piel pálida, tu cabeza ladeaba hacia la derecha como si fuera el ademán de costumbre que haces cuando sonríes. Seguramente también bordeabas los treinta y estabas sentada sobre las piernas del abuelo. Con un brazo rodeabas su cuello y el otro caía por el borde de la silla. Te veías alegre y podrías haber sido tú la que en ese mismo momento tomó esa foto de plano americano. Pero al frente tuyo está el mar, mi cabeza ladea hacia la izquierda y mi piel es morena y a la que rodeo con mi brazo es a mi madre.
Madrid
Marzo de Primavera, 2014