lunes, 20 de agosto de 2018

Ni mamá gallina ni mamá moderna

Hay días que me arrepiento de no trabajar fuera de casa, días que veo la deuda de mi tarjeta de crédito, días que cuento los minutos para que mi hijo se duerma, días que imagino el trabajo que podría tener y las angustias económicas que me podría ahorrar. El tema es que siempre termino en el mismo punto. ¿Quiero dejar a mi hijo a cargo de alguien por 7, 8, 9, 10 horas  al día? Mi repuesta es siempre no. Es eso tal vez lo más complejo del asunto: una especie de laberinto que te vuelve a regresar apenas empiezas a dudar. 

A veces me da la sensación que a las mujeres que nos quedamos en casa nos atribuyen una situación privilegiada por hacerlo. Habrán casos así pero muchos no lo son. Son elecciones, y con esto no pretendo poner un juicio de valor a una u otra. He sido los dos tipos de mamá y ambas tienen sus placeres y sus reveses. No tengo una respuesta, no se que es mejor y cada una me representa una cola de dilemas que me lleva otra vez a la imagen del laberinto.  

Hace unos meses analizaba con una amigo lo que había implicado la decisión de quedarme en casa: poner un pare a una carrera profesional ascendente, pasar de una holgura económica a una dependencia del sueldo de mi marido, cero capacidad de ahorro, mudarnos de casa, bajar las horas de apoyo doméstico. En fin, todo un reajuste. Una elección con todas sus consecuencias. Un reajuste que lo hemos hecho y que lo volvería hacer, así, igualito, con  todo lo que ha implicado. Un reajuste  que me obliga cada día a posicionarme, a crear proyectos propios, a calentar la sopa con una mano y enviar un mail con la otra. Proyectos que se fraguan en las siestas del Antón, en la horas (preciadísimas) de cuidado a mi hijo que me entregan mi mamá y el Leo, en horarios de planes propios que empiezan a las 22h00. 

Para mi mamá esto es extraño, le cuesta entender mi nostalgia profesional y personal, lo que me pesa esta renuncia. Le cuesta descifrar a esta mamá híbrida que soy yo que no es ni mamá gallina ni mamá “moderna”, que no quiere tener niñera pero que tampoco se entrega entera a su maternidad. Pienso también en mi hijo, y en esta mamá dual que ha escogido, pienso qué huellas le dejará esta mamá que se esfuerza por estar ahí pero que a veces le cuesta, pienso que no habrán años igual ni de tanta ternura, pienso en este hijo que me escogió aún en plena construcción. 


Escribo esto y me veo rodeada de miles y miles de mujeres madres de esta mi generación que sienten al igual que yo una crisis existencial instalada, un querer y no querer constante. Conocemos el antes y el después, los viajes y la ausencia de estos, estudiamos años y años para ser profesionales pero un día nos convertimos en madres y optamos por poner todo esto en paréntesis, en las universidades y a veces en los trabajos nos codeamos de igual a igual con los hombres pero cuando llegamos a nuestras casas las cosas no habían cambiado al mismo tiempo, pues nuestros hijos así sea por poquito serán siempre más nuestros que de ellos. 

lunes, 13 de agosto de 2018

Mamíferas

Gracias lactancia por haber protegido con los mejores nutrientes y anticuerpos a mi hijo recién nacido, a mi hijo que empezaba a gatear, a mi hijo que ahora corre por todos lados.

Gracias lactancia por estar siempre a tiempo, lista, con la temperatura y la cantidad perfecta. 
Gracias por arrullar a mi hijo, por calmarlo, sostenerlo, contenerlo, por amarlo. 

Gracias lactancia por tu sabiduría, por ser el único alimento que mi hijo aceptaba en días y noches de fiebres altas, de gripes e indigestiones. 

Gracias lactancia por enseñarme a fluir como la leche que brotaba de mis pechos, por la perseverancia, por cada minuto que me permitiste tener a mi hijo en mis brazos, viéndonos a los ojos y cerca de mi corazón. 

Gracias lactancia por las largas noches y por tantos amaneceres que vimos juntas. 

Gracias por ayudarme a criar a mi hijo, a aguantar los días de malhumor y cansancio, los de inapetencia, los de miedos e inseguridades. 

Gracias lactancia por quedarte con mi hijo cuando yo salía a trabajar, por ser mi yo-extendido que estuvo siempre con el. 

Gracias lactancia por conectarme con tantas mujeres que protegemos la vida, la salud y el amor. 

Gracias por enseñarme lo superpoderoso que es mi cuerpo, generador de un néctar perfecto y sagrado. 

Alimento de vida.

Por enseñarme que soy fuerte, capaz y mamífera. 

Gracias lactancia por dejarme ser, estar y pausar. 

Nos has nutrido a ambos. 

560 días. 
1 año, 6 meses, 12 días.