martes, 17 de septiembre de 2013

Kassala

 El templado clima de las seis y media de la mañana en Jartúm se parece poco al aire caliente y cargado de polvo con el cual usualmente empiezo mis días. Afuera de mi casa me espera el adorable chofer en su taxi destartalado, y como siempre no tarda en venir su saludo: Hello Mariamyfriend, good, good? Yes, good, good, and you?

La ciudad se está despertando, hace menos de 20 minutos el sol canicular que empapa la ciudad con 35 grados promedio todos los días, ha hecho su aparición. Las señoras del té ya están instalando sus estufas, y en las calles hombres deambulan con sus jilabias blancas. Disfruto de presenciar el desperezo urbano mientras otra vez me pregunto, será que algún día estas imágenes se vuelven familiares o a tal vez menos extrañas?

Japan o China? Esas fueron mis opciones para elegir el bus que me llevaría a Kassala. A los pocos minutos entendí que Japan era un bus marca Mitbushi y bueno “Japan” dije yo. Con mi dos acompañante que a la vez hacían de traductores, entramos a la estación de buses, mientras esquivábamos una marea de gente y maletas llegamos a una pequeña oficina, marcaron algo en mi ticket y luego Kamal se aseguró de dejarme sentada y segura en mi puesto del bus que me llevaría a Kassala.

Vivir en un país en donde no hablas el idioma,    donde los códigos culturales son otros, y ser mujer entraña una serie de cuidados y connotaciones que no conoces no es fácil. Pero si me preguntan qué hago? Cómo me muevo? Cómo decido tomar un bus y viajar 9 horas hacia al este?  Confío, confío en la gente, y eso es todo, no me queda otra. Pido ayuda, dejo que me ayuden, me abandono en la amabilidad de la gente, eso hago y puedo decir que son raras las veces que no funciona mi estrategia. A la gente hay que creerle y creo firmemente eso.

 
 
Rashid Diab
Sentada en la ventana, a mi lado, un hombre reza durante la mayoría del trayecto, con una delicada cadena de cuentas cafés entre sus manos, que de tanto en tanto lo sacude para arriba. La sequedad de sus manos y de sus pies delatan sus orígenes, la aridez del desierto. Varias veces me regresa a ver y me sonríe tímidamente, guarda mi comida y me la pasa cuando me levanto y esta silenciosa amabilidad  árabe me recuerda al viaje que hace cinco años hice desde Marrakech a Errachidia, mi primera gran aventura diría yo, o al menos la primera al mundo oriental.


El aire en Kassala tiene un aroma dulce y el ambiente está impregnado de calma y de silencio. La pequeña ciudad está rodeada por  las montanas de Taka, bultos de rocas, de irregulares formas y tamaños cercan los extensos arenales y sirven como marco perfecto a la mezquita de Khatmiyah, a los geométricos arcos y magníficos pilares. Nur, está con su tobe turquesa de filos dorados y mientras caminamos varias mujeres se acercan a saludarnos, besan sus manos y puedo descubrir un toque de incomodidad frente a este gesto o tal vez sólo timidez. Caminamos juntas por las columnas abandonadas, visitamos la tumba de su bisabuelo y al ver hacia arriba descubro la bóveda hueca que filtra los últimos rayos de sol del día.

Nur, luz. 

Nur y yo lavándonos las manos y los pies antes de los rezos. 

Nur y yo sentadas en la arena, una al lado de la otra, apoyando nuestras espaldas en una columna y hablando bajo con una mezcla de inglés y árabe. Nur se levanta y se une a tres mujeres más que empiezan a rezar de rodillas, inclinando su torso, descansando su cabeza en el piso y frente a ellas varias filas de hombres y de niños repitiendo los mismos gestos. El sol está escondiéndose y es como si una película de arena dorada envolviera todo el ambiente.

Yo permanezco en mi misma posición, y cierro los ojos para tratar de atrapar este misticismo y controlar esta emoción que está a punto de hacerme llorar por la energía que carga este lugar y la fortuna mía de conocerlo de esta manera. Regreso a ver a Nur, sus facciones son marcadas por un extraño equilibro de seriedad con infinita dulzura. Su cara está mojada y diminutos restos de arena iluminan su rostro. 

Shukran Nur, Gracias Luz.

Kassala, Septiembre 2013