domingo, 12 de septiembre de 2010

Zamora cuestiona mis conceptos

Con menos de una hora para tomar el bus que salía a Loja y regresar a Quito, decidí visitar la Comunidad  Martín Ujúcam en Zamora Chinchipe. La comunidad está compuesta por 12 familias, 5 de ellas son mestizas y 7 shuaras. Mientras conversaba con Acacho, a quien le notaba bastante receloso por mi visita, salió su abuela Anchur. Una anciana shuara, con ese aspecto infantil que deja la vejez.  Al escuchar que Acacho y yo hablábamos sobre la convivencia entre shuaras y mestizos, empezó  a gritar en shuar y por la traducción de Acacho supe que ella alegaba no reconocer al dirigente mestizo de la comunidad, mientras Acacho y en voz más baja me decía  "ella quiere que todos seamos de sangre pura, y eso ya no es así, todos estamos mezclados ahora".

Parece ser que el tema de la diversidad cultural, y siendo tan palpable en esta provincia en donde conviven shuaras, saraguros, mestizos, puruáes y afrodescendientes es más llevadero para las nuevas generaciones, casi natural, ahora es normal que un "runa" se case con un mestizo, me decía el taxista, a los ancianos les cuesta aceptar el cambio. Es que el cambio es más profundo, atraviesa las tradiciones, el modo de vestir, de alimentarse, las relaciones humanas, el pasado. El cambio globaliza, estandariza el modo de vivir,  permite la apertura y es a la vez incontenible, inevitable en lugares en donde hay migración, contacto con ciudades grandes, presencia de empresas extranjeras, acceso a medios masivos...Y qué difícil tener una posición en el asunto, o ponerse en los zapatos de estas generaciones indígenas-mestizas, doblemente mestizas, que se les viene encima todos estos cambios en piel propia. ¿Cómo se  mantiene la riqueza de las tradiciones y cosmovisiones ancestrales de nuestro país  sin que se aisle a estas comunidades y se entienda a la vez la opción que tienen ellos de elegir entre tantas otras posiblidades, ¿qué es más importante? Aveces me da la sensación que en el debate académico estas cuestiones se polarizan fácilmente, los antropólogos dicen "no los toquen" y los desarrollistas alegan el  derecho de estas comunidades a insertarse en todos los avances.

El tema es complejo, igual de complejo que la presencia de las mineras en la zona. Porque sí claro que es verdad que las mineras transnacionales sobornan a la gente para poder operar, y también es verdad que las excavaciones a cielo abierto son irreversibles ambientalmente, pero en Zamora 10.000 familias viven de la actividad y no solo hay empresas transacionales, hay pequeños mineros y  familias de tradición minera (usualmente familias mestizas  que migraron a Zamora) que como decía Dalila "yo eduqué a mis hijos a base de chancar piedras, nosotros no tuvimos tierras y por eso la agricultura no es una opción para nosotros". Dalila, representante de los pequeños mineros, me cuenta la historia artesanal, local, el "platoneo de oro en el río", esa historia que se escapa de la realidad de documentales en donde parecería que sólo existen transnacionales mineras y ambientalistas y nuevamente cuestiona mi indefinida posición de qué es lo correcto en estos conflictos, en donde más allá del rollo de los interes, hay personas en el medio y en el día a día.

Y luego, a mitad de un día, terminadas las entrevistas programadas, decidí adentrarme en el Podocarpus, este maravilloso bosque que rodea Zamora Chinchipe y también Loja, un templo natural, con cascadas, orquidiarios, árboles con flores rosadas, senderos tan lindos para caminar. Luego de una buena caminata y un poco asustada de perderme, me encontré con una cascada escondida y bueno.. al agua pues!.. un baño de energía para mi ánimo que tanto necesitaba.

Zamora: renovador y cuestionante.