Mi primer día de la madre pasé malgenio. Me levanté 5.30 de la
mañana para darle de comer al Antón, estaba muy cansada, los dos mes de haber
regresado al trabajo ya presentaban los primeros signos de agotamiento. El día
de la madre necesitaba ser menos mamá. Necesitaba poner un poco de distancia
con mi hijo y como ya me había pasado antes, ese día él reclamaba más de mí. El
siente que yo necesito espacio y él necesita más de mi. Es lógico, soy su fuente
de alimento, de seguridad y de amor, no hay breaks.
Creo que atrás de la mamá radiante y homenajeada
de la publicidad hay mucho cansancio, ganas de tomar vacaciones y de salir una
noche sin armar logística para aquello. Hay días que me cuesta mucho ser mamá,
que el cansancio me invade, que me da ganas de salir corriendo. Mi primer día
de la madre muy lejos estaba yo de parecerme a esas madres de portada.
¿Por qué se habla tan poco de esto? ¿Por qué se supone que la
maternidad nos debería convertir de pronto en mujeres felices, resueltas y
claras? La verdad es que la maternidad es un reto muy grande, un experiencia
transformadora que como tal viene acompañada de encuentros con
nuestras carencias, heridas y limitaciones. Es un cambio total, abrupto e
irreversible en nuestra vida. Acaso no
nos damos cuenta que mientras sigamos hablando con poca honestidad de lo
demandante que es ser mamá más incompatibles van a seguir siendo las instituciones para las necesidades
de una madre lactante, menos van a ser las políticas de apoyo a la maternidad,
poco cambiarán las dinámicas familiares y el espacio público seguirá siendo tan
poco amigable para nosotras. Ser francas no es querer menos a nuestros hijos,
ni ser malas mamás, es compartir una experiencia en transparencia y entender
que no hay mejor mamás que otras porque lo maravilloso de la maternidad es que todas
hacemos lo que mejor podemos con lo que tenemos.
Pienso en lo que era mi vida antes y como es ahora y me siento
una súper heroína y eso siento también por todas las mamás. Hago lo mismo que
hacía antes en nueve horas de trabajo ahora lo hago en seis, duermo un 30%
menos y mantengo lactancia materna exclusiva con mi hijo a costa de mucha
perseverancia, apoyo y esfuerzo. Me parece fantástico como la maternidad ha despertado en mi sensibilidades y una consciencia mucho más
fina. Nunca antes había sentido esa ternura y amor por los niños (y cachorros), por cuidarles y por procurar sus necesidades. Siento ahora que el mundo será
mejor siempre y cuando creemos un sistema para proteger el inicio de la vida, un
sistema en donde el centro sean estos seres impolutos, frágiles y perfectos. Ahora
mi ciudad es un espacio diferente para mí, sí en un lugar entra un coche y hay
cambiador ese lugar vale la pena, cruzo miradas de mucha complicidad
con otras mamás en la calle y de alguna
manera examino en cuestión de segundos sí el lugar en el que estoy es bueno o
no para mi hijo. Mi capacidad creativa se ha expandido en mil, casi todas las
semanas se me ocurren nuevos proyectos, negocios e ideas. He vuelto a escribir
como lo hacía en una época de mucha introspección en mi vida. Ahora soy capaz de
estar al servicio de otro ser humano todo el día y casi siempre con lo mejor que tengo para
ofrecer. ¿No es eso increíble en una sociedad que privilegia por sobretodo el
éxito individual, lo fácil y el placer inmediato? Desde este punto de vista,
creo que la maternidad es un acto subversivo y por supuesto muy valiente.
Mayo, mes de las madres, 2017.