lunes, 19 de diciembre de 2011

YO TAMBIÉN ESTOY RESENTIDA

Hace algún tiempo que siento muchas cosas que transmite este artículo, les comparto su versión quiteña. Disculparán la catarsis pero creo que es una forma de sanar. 

http://www.elespectador.com/impreso/opinion/columna-317211-ultima-columna

Yo también estoy resentida con Quito, con esas calles llenas de huecos que descalabran el carro y hacen insoportable la experiencia de caminar sin estar pendiente en donde metes el pie. Estoy resentida con esa asquerosa paranoia que se me ha instalado que me hace entrar al carro,cerrar puertas, ventanas, esconder la cartera en el asiento de atrás y dejar peatones al paso en lluvias inclementes porque todos somos sospechosos. Odio al alcalde y al Quito que queremos y no se que pendejadas más, absurdas en una ciudad colapsada por el tráfico, por los pitazos, por las diferencias sociales, por la agresividad, por la estupidez y vagancia de la gente que está al frente de cualquier servicio al cliente, llámese restaurante, farmacia, universidad, oficina pública y demás. No soporto los estereotipos de mi clase, las bodas hechas con catálogo en mano, las viejas que arrastran la "erre" como si estuvieran tratando con peones de hacienda, los apellidos aristócratas y toda esa estirpe que carga el apellido como garantía de calidad. Ya no tolero las poses de mi gremio laboral en donde todos somos intelectuales, y tenemos la razón y utilizamos cada dos por tres las palabras "agenda, desarrollo y empoderamiento".  No entiendo la informalidad de la gente, las re confirmaciones de las confirmaciones de cualquier evento, las discotecas atestadas de mujeres que sólo interactúan con los hombres mediante la risa y  ese  circulo social mínimo en donde mujeres y hombres se reciclan en sus relaciones. Pero sobre todo creo que estoy resentida conmigo por la incapacidad de manejar este ambiente externo que me ahoga, me amarga, me esconde, me hace llorar, me desespera, me posa un velo negro en la visión que tengo de mi ciudad y de su gente y claro de mi misma. En estas detestables épocas navideñas creo que the wall nunca tuvo tanto sentido en mi vida. 

María Paz 

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