martes, 4 de abril de 2017

Dos meses de Antón

Ayer mientras el José le bañaba al Antón sentí que todo había valido la pena, que cambiaría todo por ese momento, que la vida se había multiplicado en mil, en bendiciones, en amor, que era un ser afortunado. Los dos, envueltos en el vapor, los dos amores de mi vida. En tres días, Antón cumplirá dos meses. Los meses más duros, más emocionantes y felices, más desconcertantes de mi vida, seguramente. Creo que he aprendido más de la vida en estos meses que en la suma de muchos años anteriores.
Un día durante el primer mes entendí que la maternidad es tan transformadora que incluso tu cuerpo sufre una metamorfosis. Me acuerdo con horror los primeros días de lactancia al ver mis senos triplicados en su tamaño, duros como una roca. Mi cuerpo en el espejo era otro. Yo era otra, no había retorno. Estaba asustada. El agotamiento del primer mes me devolvió el disfrute por los placeres simples.  El cielo era bañarme, un bocado de té caliente con miel a la madrugada, regresar a los brazos del José luego de amamantar con mucho dolor. Tenía mucho miedo, no despegaba mis ojos del Antón, no podía dormir cuando él dormía, yo revisaba a cada momento si él respiraba, incluso a veces lo levantaba para saber que estaba bien.
 Me acuerdo también que la primera vez que lo bañamos, veía su cuerpecito, lo veía tan pequeño  y supe lo que es la ternura y sentí que además de la metamorfosis de mi cuerpo, mi capacidad de amar y de entregar se había expandido. La llegada del Antón me había evolucionado.
Entendí por qué hay grupos de apoyo de lactancia y por qué hay tantas y tantas mujeres que la abandonan, y cómo el dolor y la frustación pueden llevarte a una depresión. Me sentí afortunada porque mi mamá, el José, la Juanita y la Paty me brindaron tanto apoyo, que lo logramos y ahora el Antón y yo disfrutamos del amor y la intimidad de la lactancia.
Mi parto me llevó a otras dimensiones, recuerdo que días después lloraba por mi misma acordándome lo duro, lo límite, lo confrontante que había sido. Sí el José y la Anita no hubieran confiado que yo era capaz de hacerlo seguramente hubiera sido una cesárea. En la última hora de mi parto, me conecté, ya no había dolor, era instinto, era fuerza, era una flecha que conoce perfectamente su destino. Yo era imparable, invencible. Han sido 30 años que me muerdo las uñas por ansiedad; después de mi parto no lo volví a hacer nunca más. Algo en mi interior se desanudó para siempre. La fortaleza de mi cuerpo me sorprendió, 30 minutos después lo único que tenía era una hambre voraz, quería una buena hamburguesa con papas fritas. Había tenido una labor de parto de más de 15 horas y no me dolía ni un músculo, nada. Eso es resiliencia.
 Y el Antón…. Ese ser tan chiquito, que conocía tan poco, que la tercera noche lloró 6 horas seguidas y todos mis nervios se pelaron y dudé si iba a poder ser mamá y si la maternidad se disfrutaba, él es ahora la razón de mi ser. Ya nos conocemos, nos sonreímos, nos quedamos abrazados mucho tiempo, nos amamos. Aunque mis días, mi tiempo y mi cuerpo son ahora sólo de él y eso es muy cansado y casi ya ni me acuerdo cómo era mi vida antes de él, cuando duerme mucho tiempo ya lo extraño….
Gracias a mi mami, como siempre desbordante en generosidad, en apoyo, en amor. El Antón y yo estamos ahora tan bien y felices porque tú has estado sosteniéndonos. Al José, mi compañero de este gran viaje, porque cuando yo lloraba por todo lo que había cambiado, por la vida que había dejado atrás tú veías en mí más brillo y luz que nunca…. A mis hermanas por querernos tanto, que no pasa un día sin que me ayuden a bañarle al Antón, a vestirle, a cortarle las uñitas y que en este tiempo de lo simple y lo esencial, su ayuda es el mundo para nosotros. A mis abuelos, a mis suegros, a mis cuñados, a mi tía Nena, a mis primas, a mis tíos porque sus actos de generosidad y preocupación sólo me enseñan a ser mejor persona. El Antón, que nació en día de reyes, tiene sus dones en el amor de su familia.  A mis amigas Jane, Lo, Carli, Ale, Caro T, Caro M, Mich, Cami, Vero, pendientes de mí, acompañándome en este proceso, haciéndome acuerdo de las otras diosas que hay en mí.
Dos meses, una vida.
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3 de marzo de 2017.

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