martes, 26 de noviembre de 2013

Cuando mi abuela Norma toca la puerta....

Cuando mi abuela Norma toca la puerta me trae un buen shot de aguardiente y me lo planta en mi mesa, se sirve el suyo y brindamos por la vida. Qué bonita que es la vida! Verdad, abuela?

Cuando mi abuela Norma toca la puerta los vallenatos inundan mi casa y suena y resuena que a fin lo que cuenta es que sea buena persona, que a fin lo que vale es que sea buena gente;

Cuando mi abuela Norma toca la puerta me espabila de los remellos del pasado y me contagia de la fuerza, del pa' lante que ha sostenido a su tierra por tantas décadas y de tantas guerras;

Cuando mi abuela Norma toca la puerta el aire se llena del aroma de las guayabas y de los pétalos rosa del ocobo;

Cuando mi abuela Norma toca la puerta me invita a nadar y somos dos niñas en el Río Magdalena.

Ibagué, Colombia. 

sábado, 16 de noviembre de 2013

Qué propósito tiene contar una historia? Librarnos de ella.

El escenario debe prepararse, música con disonancias sentimentales, una voz femenina por supuesto, una cerveza, tal vez un vaso de vino después. Ella siempre tiene que escribir con la fiebre de sentir, a rojo vivo, cuando llega al punto que imagina escenas ridículas de felicidad futura o cuando se estanca en el aceite negro y espeso de sus desaciertos o en las profundas grietas del pasado.

Te dejaré de pensar algún día? Dejaré de juzgarme por qué no funcionó? Dejaré de pensar que eres lo más acabado que he conocido aún? Me libraré de ti?

Qué cruel puede ser la idea de tenerte encerrado cuando gritabas por libertad.

Andate, no te quiero más, he sido más feliz sin ti. Eso es verdad. Deja de hacerme llorar, he vivido esta etapa como la he querido vivir y lo volvería hacer. Volvería a tocar tu puerta a las dos de la mañana a decirte que no soy feliz contigo, que tu pesimismo destruye la belleza, y que esto afecta el modo en que veo la vida, el modo en que la vivo!

You are not as gentle as I thought you were.

En qué intersticio te escondes? Qué lugar en mí aún te abre las puertas?

Dime al menos cuándo te piensas ir.

Ceske Budejovice - República Checa
Aniversario de la Revolución de Terciopelo
Noviembre 17, 2013


viernes, 8 de noviembre de 2013

martes, 17 de septiembre de 2013

Kassala

 El templado clima de las seis y media de la mañana en Jartúm se parece poco al aire caliente y cargado de polvo con el cual usualmente empiezo mis días. Afuera de mi casa me espera el adorable chofer en su taxi destartalado, y como siempre no tarda en venir su saludo: Hello Mariamyfriend, good, good? Yes, good, good, and you?

La ciudad se está despertando, hace menos de 20 minutos el sol canicular que empapa la ciudad con 35 grados promedio todos los días, ha hecho su aparición. Las señoras del té ya están instalando sus estufas, y en las calles hombres deambulan con sus jilabias blancas. Disfruto de presenciar el desperezo urbano mientras otra vez me pregunto, será que algún día estas imágenes se vuelven familiares o a tal vez menos extrañas?

Japan o China? Esas fueron mis opciones para elegir el bus que me llevaría a Kassala. A los pocos minutos entendí que Japan era un bus marca Mitbushi y bueno “Japan” dije yo. Con mi dos acompañante que a la vez hacían de traductores, entramos a la estación de buses, mientras esquivábamos una marea de gente y maletas llegamos a una pequeña oficina, marcaron algo en mi ticket y luego Kamal se aseguró de dejarme sentada y segura en mi puesto del bus que me llevaría a Kassala.

Vivir en un país en donde no hablas el idioma,    donde los códigos culturales son otros, y ser mujer entraña una serie de cuidados y connotaciones que no conoces no es fácil. Pero si me preguntan qué hago? Cómo me muevo? Cómo decido tomar un bus y viajar 9 horas hacia al este?  Confío, confío en la gente, y eso es todo, no me queda otra. Pido ayuda, dejo que me ayuden, me abandono en la amabilidad de la gente, eso hago y puedo decir que son raras las veces que no funciona mi estrategia. A la gente hay que creerle y creo firmemente eso.

 
 
Rashid Diab
Sentada en la ventana, a mi lado, un hombre reza durante la mayoría del trayecto, con una delicada cadena de cuentas cafés entre sus manos, que de tanto en tanto lo sacude para arriba. La sequedad de sus manos y de sus pies delatan sus orígenes, la aridez del desierto. Varias veces me regresa a ver y me sonríe tímidamente, guarda mi comida y me la pasa cuando me levanto y esta silenciosa amabilidad  árabe me recuerda al viaje que hace cinco años hice desde Marrakech a Errachidia, mi primera gran aventura diría yo, o al menos la primera al mundo oriental.


El aire en Kassala tiene un aroma dulce y el ambiente está impregnado de calma y de silencio. La pequeña ciudad está rodeada por  las montanas de Taka, bultos de rocas, de irregulares formas y tamaños cercan los extensos arenales y sirven como marco perfecto a la mezquita de Khatmiyah, a los geométricos arcos y magníficos pilares. Nur, está con su tobe turquesa de filos dorados y mientras caminamos varias mujeres se acercan a saludarnos, besan sus manos y puedo descubrir un toque de incomodidad frente a este gesto o tal vez sólo timidez. Caminamos juntas por las columnas abandonadas, visitamos la tumba de su bisabuelo y al ver hacia arriba descubro la bóveda hueca que filtra los últimos rayos de sol del día.

Nur, luz. 

Nur y yo lavándonos las manos y los pies antes de los rezos. 

Nur y yo sentadas en la arena, una al lado de la otra, apoyando nuestras espaldas en una columna y hablando bajo con una mezcla de inglés y árabe. Nur se levanta y se une a tres mujeres más que empiezan a rezar de rodillas, inclinando su torso, descansando su cabeza en el piso y frente a ellas varias filas de hombres y de niños repitiendo los mismos gestos. El sol está escondiéndose y es como si una película de arena dorada envolviera todo el ambiente.

Yo permanezco en mi misma posición, y cierro los ojos para tratar de atrapar este misticismo y controlar esta emoción que está a punto de hacerme llorar por la energía que carga este lugar y la fortuna mía de conocerlo de esta manera. Regreso a ver a Nur, sus facciones son marcadas por un extraño equilibro de seriedad con infinita dulzura. Su cara está mojada y diminutos restos de arena iluminan su rostro. 

Shukran Nur, Gracias Luz.

Kassala, Septiembre 2013

viernes, 23 de agosto de 2013

Del Amazonas al Nilo

Si me preguntan hace cuánto fue, diría una vida, o al menos muchos años. Si me preguntan sí esperé tremenda aventura, diría nunca, o al menos no tan atribulada. Cuántos años tengo ahora?  Con cuántas nuevas miradas me he cruzado? En cuántas salas de embarque he estado? Cuántas veces he hecho y deshecho maletas?

Cuántas veces he empezado?

He sentido una bomba a contratiempo en mis entrañas y otras veces mi cuerpo es oxígeno y un torrente de sangre fresca circula en mis venas. He sentido que sólo mi espíritu me sostiene en el borde del puente y otras veces que la energía se multiplica como infinitos círculos en el agua.

He visto el Reino Animal, la arquitectura de la logística perfecta, la ruralidad como opción urbana. Mis ojos han guardado el sol cayendo en los fiordos solitarios y el Mar Indico me ha dejado brillante la piel. Mis manos siguen partidas por la arena hirviente del desierto y por 20 años de dictadura. Y me sigo preguntando el por qué de la dureza de sus rostros y la pesadez de sus pasos.

Extraño a mi casa, desde el desapego, y en el desapego me hago fuerte y soberana. Me acerco con pequeños pasos y repetidas caídas al centro tan lleno en su tiempo de presencias extrañas. Magnifico mi tiempo y vuelco mis ojos hacia lo único que me pertence, yo misma.

Sí,  el tiempo es efímero pero no sirve de nada la impaciencia de jugarse la vida en una partida.

Se acuerdan ese tiempo que atravesábamos el Nilo para ir a clases? Se acuerdan ese tiempo en el que vivíamos con 18 países y con 21 historias personales? Se acuerdan qué frágil era la emoción y qué flexibles éramos?

En pocas palabras, ayer llovió y en el ambiente se posa la calma después de la tormenta.

Segundo año.

Jartúm

By Lili Nagy

domingo, 11 de agosto de 2013

La circularidad de mis viajes


Es eso que has dejado lo que persigues.
Si quieres saber lo que eres,
tendrás que preguntárselo a las piedras y al agua.

Si quieres descifrar el idioma en que hablan los brujos de tus sueños, interroga a las fábulas que te contaron la primera noche ante el fuego. 

Porque no hay río que no sea tu sangre.
No hay selva que no esté en tus entrañas.
No hay viento que no sea secretamente tu voz y no hay estrellas que no sean misteriosamente tus ojos. 

Dondequiera que vayas llevarás esas viejas preguntas.
Nada encontrarás en tus viajes que no estuviera desde siempre contigo,
y cuando te enfrentes con las cosas más desconocidas, 
descubrirás que fueron ellas quienes arrullaron tu infancia

Teofrastus

Jartúm
Agosto, 2013

viernes, 14 de junio de 2013

Notas de una ajedrecista loca


Un vestido largo azul y rosa, el pelo sobre el escote, cuatro vueltas de un collar amordazando mi muñeca. 

Cuatro copas de vino, cigarrillos, una pequeña mesa en un bar perdido en las desembocaduras de la Gran Vía en Madrid.

4 am.

Una conversación bellísima, circular, yuxtapuesta. Expiatoria, eso, expiatoria: 'porque esta vez no sólo te lastimaste también te dio miedo' Y sí, muchísimo, parecido a las aves negras que están tocando ahora tus ventanas pero en las mías terminaron por estrellarse. Los órganos aplastados contra el cristal y cientos de plumas esparcidas navegando en el viento. Yo miraba desde adentro, desde los 20 metros cuadrados, desde la prisión del invierno que terminó achicándome el espíritu y encerrándome en las barreras de mi cuerpo. 

Una conversación que con la misma fugacidad del chasqueo pasa de la gloria a la tragedia, de la sabiduría a la ignorancia, del reposo a la desesperación en lágrimas. Obvio! La maldición de la abundancia emocional, la no-estratégica por excelencia. La de papeles con poesía urbana o de una noche en la costa peruana. La que produce frases insólitas del tipo 'es imposible tener una rutina'. No es que casi siempre pasa lo contrario? Afortunados ustedes.... Para los dos duró lo que dura el otoño, el bellísimo otoño en un pueblo de Baja Sajonia o de una ciudad en el centro de España.   

Dosifiquemos, pero no te olvides D-O-S-I-F-I-Q-U-E-M-O-S. Así en letras grandes, escondiéndonos en cada sílaba. 

Una conversación que trastoca las lógicas de los tiempos porque en esta noche da igual sí será pasado, porque fue presente o es futuro. Y cuánto te entiendo! Es que casi puedo ponerme en tus zapatos, porque las ausencias son las mismas, las carencias tan parecidas y el corazón de igual tamaño. Cuántas veces como tú he jugado sola: yo maté al caballo, luego adelanté al peón y le dí jaque-mate a la reina y para colmo luego quité las fichas, recogí el tablero y limpié la mesa. Una batalla de optimismo, tenacidad y estupidez versus cautela, silencio y ostracismo. Terminé exhausta. 

Laissez faire, otra vez, otra vez, pero esta vez sólo con letras grandes separadas por un guión. LAISSEZ-FAIRE simbolizando la equidad de llevar a cuestas lo que separa el guión a su derecha y a su izquierda. 

Una conversación vigente pero afortunadamente anacrónica en sus efectos porque hoy la casa se volvió a llenar de canciones y yo las escucho desde los confines de mi propia tierra ecuatorial. Luego de todo, parece que una parte mía mató al funambulista y está muy bien así, está bien. 

Madrid, verano. 
(para JFG)